La existencia de una edificación en ruinas y la solicitud por parte del ayuntamiento de la adecuación de su fachada suponen el punto de partida de este proyecto. Una nave longitudinal con la cubierta hundida, de la que permanecía en buenas condiciones únicamente una fachada de ladrillo, constituye la preexistencia. Esta fachada se conserva y rehabilita. La nave se completa con una fachada nueva, ampliando ligeramente su crujía para la adaptación a un nuevo uso, y opuesta a la anterior tanto en posición como en concepto.

La nueva fachada genera una continuidad con la anterior a través de la materialidad: el ladrillo. Sin embargo, juega al contraste mediante el uso de este material. Frente al muro de carga, la nueva fachada “flota”. En la parte inferior se genera una gran cristalera, conectando visualmente con una pequeña zona ajardinada. Junto a la cristalera se sitúa una lámina de agua que refleja el cielo, e inunda la sala con reflejos, dotando al espacio de una atmósfera en calma.

Interiormente el pabellón busca dignificar el espacio de la sala de bodas civil, un acto en algunos juzgados relegado a un espacio sin cualificación, y acercarlo al espacio ceremonial que se asocia al matrimonio religioso. Para lograr esa alta calidad espacial en un proyecto sencillo se recurre a estrategias como el trasdosado perforado de una estructura de cerchas metálicas, que integra la climatización, iluminación y absorción acústica; también un zócalo y pavimento de madera para aportar calidez o una franja acristalada que permite la entrada de luz cenital al no apoyar la cubierta sobre los muros, si no que lo hace a través de una franja acristalada, consiguiendo que la luz active el espacio proyectándose sobre los paramentos.

El programa del pabellón es también sencillo, dentro de la nave se generan dos espacios polivalentes con doble altura articulados con una pieza central que alberga el vestíbulo de acceso y espera, los aseos, la tribuna de prensa o la terraza de instalaciones.