Arquitectos
Harquitectes: Xavier Ros Majó, David Lorente Ibáñez, Josep Ricart Ulldemolins y Roger Tudó Galí
Fotografías
Jesús Granada y Adrià Goula
Fin de obra
2019
Fabricante
El reto era que la propia bodega contribuyera en la elaboración de los vinos -basada en procesos biodinámicos- intentando lograr el comportamiento óptimo del edificio, en mayor medida, a partir de principios. Se crean dos ámbitos diferenciados: Por un lado, un gran volumen -la nave- donde se ubica la parte productiva. Por otro lado, tenemos el espacio restante -el pasaje- en forma de “Z”, que aprovecha los espacios y se extiende siguiendo la geometría del muro de piedra existente.
El interior de la nave es un gran espacio de triple altura donde se sitúan las tinas de fermentación del vino. Un gran volumen de aire fresco rodeado de muros muy gruesos de hasta 1,75m de espesor que lo protegen. Un sistema de muros de carga cerámicos con múltiples capas entre pilastras que crean cámaras para la circulación del aire -entre paredes- sirve para refrigerar el edificio.
El pasaje es el espacio de recepción de la uva y de los visitantes. Una transición térmica hacia la bodega a través de un recorrido semi-exterior que sigue una sucesión de cubiertas a diferentes alturas combinadas con una serie de forjados que funcionan de rellanos entre escaleras.
Las cubiertas son verdes y almacenan el agua de la lluvia hasta que rebosa de una cubierta a otra, reduciendo la velocidad y ayudando a refrescar el ambiente.
La zona de barricas y el almacén de vino necesitan la máxima estabilidad hidro-térmica y por este motivo se sitúan en la planta sótano en contacto directo con el terreno. La sala de vinificación debe conseguir estas condiciones sin interaccionar con el terreno. La primera estrategia es conseguir la máxima altura interior posible para favorecer la estratificación del aire caliente en la parte alta, lejos de las tinas. En segundo lugar, la máxima inercia posible de sus sistemas constructivos. La tercera estrategia bioclimática es la cubierta, que en su parte central se convierte en un techo refrescante que aprovecha la radiación nocturna del cielo para enfriar el forjado de la nave. Se crea un sistema cerrado de recirculación de agua entre dos niveles, uno superior en contacto con el exterior donde el agua disipa el calor durante la noche intercambiando por radiación, y uno inferior que, durante el día, en contacto con el forjado, transmite la frescura al interior. Se produce un intercambio a gran escala entre el interior de la nave y la temperatura del universo que por radiación es una fuente inagotable de refrigeración.
Las fachadas que dan a la calle están coronadas con un remate de teja y revestidas con una capa fina de mortero de cal que ayuda a contextualizar el edificio dentro del pueblo. Desde el exterior el edificio tiene una presencia más vernacular pero al entrar en el pasaje los sistemas constructivos se van deconstruyendo y progresivamente van explicando la naturaleza del edificio.